Amy Macdonald y su guitarra hasta el fin del mundo

Siete meses después de su concierto ofrecido en la sala Joy Eslava, Amy Macdonald volvió a la capital española donde impartió una clase magistral de humildad artística demostrando que lo hermoso no siempre se halla a los pies de enredadas fórmulas matemáticas.

Amy Macdonald en Madrid

Cuando éramos pequeños y aún disfrutábamos de esa imaginación desbordante que tanto nos caracterizaba, los adultos acostumbraban a bombardearnos con preguntas carentes de toda originalidad. “¿Qué quieres ser de mayor?” era probablemente la más repetida de todas y a la que más veces nos tuvimos que enfrentar. Quizá por aburrimiento o tal vez por vergüenza resolvíamos la interrogación con una respuesta fugaz y, en la mayoría de los casos, sacada de una lista de opciones básicas. Bomberos. Policías. Profesoras. Enfermeras. O, entre los valientes, algún que otro astronauta.

¿Pero son estos realmente los sueños de una criatura de apenas un metro de altura? ¿Cuántos no soñaban con ser el príncipe valiente rescatando de las llamas a la niña más guapa de la clase? ¿Quiénes no preferían explorar el espacio intersideral y luchar contra los alienígenas a bordo de una nave espacial? Quizá la utopía sea lo primero que se pierde, pero si lo hubiésemos sabido, entre esos sueños (rotos en su mayoría), hubiésemos incluido el poder hacer feliz a la gente a través de una o varias canciones compuestas por uno mismo durante largas tardes encerrados entre las cuatro paredes de nuestra habitación.

BRILLANDO

Amy Macdonald volvió a Madrid para presentar su segundo trabajo

Probablemente Amy Macdonald, con 5 o 6 años de edad, también cumplía con su papel de hija ejemplar satisfaciendo las inquietudes adultas por su futuro profesional refiriéndose a alguno de aquellos oficios tan recurrentes entre sus amigos de recreo. Fuesen verdad o fuesen mentira sus deseos, lo que la pequeña Amy jamás hubiese tenido la pretensión ni el coraje de pensar es que casi dos décadas después, un 27 de septiembre, se convertiría en los últimos rayos de sol veraniegos en un Madrid ya otoñal.

Porque aunque no se trate de una artista revolucionaria, vanguardista u obsesionada por los experimentos sonoros y aunque su nombre jamás compartirá el prestigio de formaciones históricas de la talla de Pink Floyd, Sonic Youth o Nirvana, su concierto en la sala Riviera presentando su segundo álbum ‘A Curious Thing’ (2010) demostró que la felicidad, muchas veces, se oculta detrás de esa sencillez que tantas veces despreciamos desde las alturas. Cuanto más raro, mejor. Cuanto más abstracto, mejor. Y, sobre todo, cuantas más portadas, mejor.

Pero esta escocesa de 23 años no trata de aparentar lo que no es. Simple en su sentido más adulador, sonriente de corazón y eternamente agradecida a su público por haberle dado la oportunidad de vivir en primera persona una fantasía que parecía reservada a nombres ilustres venidos de otro planeta, Amy Macdonald borró mediante pequeñas pinceladas de melancolía y numerosos éxitos radiofónicos como ‘This Is The Life’, ‘Mr. Rock ‘n’ Roll’ o ‘Don’t Tell Me That It’s Over’ las preocupaciones cotidianas de una audiencia cuyo rostro volvió a iluminarse durante hora y media.

Fuente: Terra Música - Erik Magermans

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